sábado, 30 de enero de 2016

Al restaurante con niños

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Nunca es demasiado temprano para desarrollar hábitos alimenticios saludables ni buenas maneras en la mesa. El truco es que estés segura de que no estás poniendo a tu hijo en una situación irrazonable en la que tus expectativas sobre su comportamiento estén por encima de sus capacidades. Eso implica hacer una elección estratégica sobre el restaurante más indicado, la hora y el “equipo” que deberás llevar. Te damos algunas recomendaciones para que su visita al restaurante sea placentera:
  • Elige un lugar que sea “amigable” para un niño. Llama antes de ir y consulta si tienen sillas altas para la mesa. ¿Son bien recibidos los niños? Un restaurante con buen nivel de ruidos y movimiento es ideal, así su voz no será tan llamativa (en caso de que grite o llore) y el movimiento puede entretenerlo
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  • Evita los restaurantes que tienen un ambiente muy íntimo. Estos lugares son más propios para reuniones de ejecutivos o cenas románticas
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  • Ve antes de que comience la hora pico. De esta forma encontrarán una mesa con más facilidad y les servirán la comida más rápido. Si no es un restaurante de comida rápida, entonces pide a la mesera que te lleve una panera con galletas o pan, para que puedas entretenerlo mientras traen la entrada
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  • Nunca lo lleves a un restaurante si está hambriento. Aunque suene contrario a la razón, un niño con hambre es más irritable y no podrá disfrutar la experiencia. Lo más recomendable es que le des un snack antes de salir que lo deje con apetito, pero no con hambre. Ejemplos de refrigerios: fruta, yogurt o una porción de gelatina, evita los dulces o la comida chatarra
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  • Llévale un juguete. La idea no es que armen una fiesta en el restaurante, sino que los objetos familiares hagan que la comida sea menos aburrida, sobre todo tomando en cuenta que un niño puede mantener su concentración en la mesa unos 30 minutos, después de los cuales sólo tendrá ganas de jugar
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  • Si ya probaste distintas estrategias –juguetes, galletas, el snack- y tus hijos aún se resisten a portarse bien en el restaurante, pide la cuenta de inmediato ¡y sal de ahí!. Hay que saber escoger las batallas, y esta podría llevarte al fracaso total.
Recuerda que regañar a tu hijo para que se porte bien en un ambiente público y lleno de distracciones llega a ser frustrante, e incluso podría agriar la experiencia en futuras salidas. Ten paciencia, esto no durará por siempre ya que cuanto más grandes son los niños, más atención e interés ponen en lo que hacen.

viernes, 15 de enero de 2016

Castigos causa-consecuencia

Prohibido-Castigar
Por Nancy Steinberg, psicóloga

Disciplinar a nuestros niños no es una tarea fácil. Es todo un reto y más en esta época en la que todo parece moverse a una velocidad vertiginosa. No cabe duda de que hoy en día las mamás tienen mucha más conciencia y bastante información.

Sin embargo, no deja de sorprenderme que, ante tal avalancha de conocimientos y tecnología, las madres sigamos atoradas en la creencia de que sólo existen dos opciones para lograrlo: los premios y los castigos, aun cuando nos hemos dado cuenta de que estos métodos suelen no funcionar o su efecto dura periodos cortos.

En lo personal no he conocido a una que, propositivamente, haga algo para lastimar a su hijo. Una y otra vez me he encontrado con aquellas que se sienten culpables, desorientadas, poco eficientes o desesperadas al corregir y no obtener resultados. Entonces ¿por qué lo siguen haciendo? Creo que hay dos razones fundamentales:
  1. Castigamos porque estamos convencidas de que si algo no funciona es porque lo estamos haciendo mal. ¿Tal vez no ha sido suficientemente severo o la recompensa es algo que no le gusta al niño? Entonces incrementamos la fuerza o duración del escarmiento u ofrecemos algo distinto para ver si su conducta mejora
  2. Nos resistimos a dejar de hacerlo al no tener otra alternativa. Así de simple
Pero ¿en dónde surge el problema? Veamos las cuatro razones:
  • No existe una relación causa-efecto entre la sanción y la conducta que estás tratando de modificar. Por ejemplo, ¿qué tiene que ver no estudiar con que no lo dejes ir a casa de su amigo?
  • Es nula la relación de temporalidad: si reprueba en enero, ¡no se va de viaje en diciembre!
  • Cuando intentas hacer valer tu autoridad, con frecuencia haces una amenaza que no se cumple. ¿Resultado? Pierdes credibilidad
  • En ocasiones él te rebasa y se apoya en el dicho popular “lo bailado nadie me lo quita”, así que está dispuesto a “pagar el precio” con tal de salirse con la suya
Creer que las represalias funcionan es como esperar que una persona enferma mejore si le dan el medicamento equivocado. “Si tan sólo encontramos la dosis correcta” es algo que tampoco existe. Entonces ¿qué hacer? Sí hay una forma correcta de instruir y es a través de las consecuencias naturales de nuestras acciones.

Ojo: no dije “que haga lo que tú quieres” porque eso se puede ¡pero no es lo deseable! Tu labor es encontrar un equilibrio que te permita educar y al mismo tiempo mantener una buena relación con él. Lograr la colaboración de todos es labor de todos, pero debe empezar por ti. ¡Buena suerte!
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